—Ha llegado el momento impostergable de la acción consciente y bien argumentada de «Nosotros, los pueblos». Porque, ahora, por primera vez en la historia, poner en práctica la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas —«Nosotros, los pueblos…hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra»— es posible.
—En 1945 era prematuro encomendar a «los pueblos» tan importante misión, porque «los pueblos» no existían: el 90 % de los seres humanos nacían, vivían y morían en unos kilómetros cuadrados, la discriminación era total y el poder masculino absoluto e incontestable. Ahora, desde hace dos o tres décadas, se ha alcanzado progresivamente la igual dignidad humana, sea cual sea el género, la ideología, la creencia, la sensibilidad sexual, la etnia… Y, gracias en buena medida la tecnología digital, los pueblos ya pueden expresarse, ya tienen voz. Ahora ya pueden participar, ya pueden dejar de ser espectadores impasibles y ser actores diligentes.
—Está claro que el mundo no puede seguir gobernado por grupos plutocráticos y supremacistas (G .6, G.7, G.8, G.20) y con un poder de facto bélico-industrial¹ que supera con holgura la capacidad de estructuras de gobierno basadas en «Nosotros, los pueblos»: El multilateralismo democrático es, sin lugar a dudas, la solución, pero, como sucedió en el caso de las Naciones Unidas, un diseño perfecto de institución multilateral, se inhabilitó inmediatamente por el veto de los cinco vencedores de la II Guerra Mundial. O se incorporan hábilmente requerimientos de «unanimidad», la antítesis de la democracia, como sucede actualmente en la Unión Europea.
—Ahora, en el momento histórico de cambio de era —antropoceno— con amenazas globales potencialmente irreversibles, habiéndose alcanzado los 8.000 millones de seres humanos, muchos de ellos viviendo en condiciones sociales insostenibles y con un comportamiento irreflexivo abducido por las redes sociales manejadas en buena medida por sistemas de crecimiento económico que dominan buena parte del escenario, es imperativo conseguir el cumplimiento de los esenciales deberes cívicos e intergeneracionales, cuando se aceptan como realidades ya inmutables los paraísos fiscales y, lo que es gravísimo, una justicia desbridada por la ideología.
—Ante este panorama, podría pensarse que no hay solución y que ha llegado el momento de capitular. Sería un inmenso error porque, como ya se ha indicado, ahora «los pueblos» se reconocen iguales en dignidad y pueden expresarse libremente. Ahora sí, podemos. Ahora sí, debemos actuar sin ulterior demora. Para ello, deber de memoria. Y delito de silencio.
—Deber de memoria de la gobernanza a escala mundial y de los intentos habidos para cambiar la fuerza por la palabra.
—En 1919, al término de la I Gran Guerra, el presidente demócrata norteamericano Wilson presenta en la plaza de la Concordia de París la Convención para la Paz Permanente, que implica la puesta en marcha de la Sociedad o Liga de Naciones en Ginebra. Se evitaría así el rearme de Alemania y las disputas y desavenencias entre países se debatirían en el contexto democrático de la Sociedad de Naciones. Todo este gran proyecto se frustró porque el Partido Republicano de los Estados Unidos decidió —¡que enorme incongruencia!— que el país cuyo presidente creó la Sociedad de Naciones nunca perteneciera a la misma.
—Se rearmó Alemania, se desarrolló un terrible supremacismo ario, romano y nipón, con magnicidios y holocausto, y estalló la Segunda Guerra Mundial, al término de la cual el presidente Franklin Delano Roosevelt crea en San Francisco, en 1945, el Sistema de las Naciones Unidas, cuyo funcionamiento y utilidad se entorpeció a continuación con el veto de los cinco vencedores de la gran guerra. Vienen después varias décadas de «carrera armamentística»entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.
—El 10 de octubre de 1986, en Reikiavik, el presidente Mikhail Gorbachev comunica al presidente Ronald Reagan que el Muro de Berlín se desmoronará y la URSS se convertirá en una Comunidad de Estados Independientes, pero que lo más importante de la reunión debe ser dar fin a la amenaza nuclear, que era entonces, y es hoy, un deplorable e intolerable horizonte de la humanidad en su conjunto.
Al término de la sesión, se logró rebajar el número de ojivas nucleares de 17 000 cada uno a 6000. Gorbachev pidió que se consultara con la cúpula militar, subrayando que no se trataba de disminuir, sino de eliminar el terrible peligro. Finalmente, Reagan redujo, pero mantuvo su propuesta y, ¡además, creó inmediatamente después el G.6! Acababa, de cerrarse una luminosa posibilidad de cambio. Y permanecía, siniestra, la amenaza nuclear.
—En consecuencia, ahora la exigencia suprema de la humanidad consiste en eliminar todas las armas nucleares. «Nosotros, los pueblos» debemos considerar esta decisión como una prioridad a escala global. Deber de memoria. Delito de silencio.
—En septiembre de 2015, otra pausa de esperanza: el presidente demócrata Barack Obama firma en París los Acuerdos sobre Cambio Climático y, dos meses después, en la Asamblea General de las Naciones Unidas la Resolución «para transformar el mundo» (Agenda 2030 y ODS).¡Por fin los clamores de las Cumbres de la Tierra de 1992 (Río) y 2002 (Johannesburgo) eran atendidos!
—Con la llegada del insólito presidente Donald Trump seis meses después, de nuevo completa sumisión al G7 en la gobernanza mundial… Y todo siguió igual. La Unión Europea guardó silencio. Deber de memoria….
—Se ha normalizado la aceptación de la dependencia ideológica de los jueces, que pueden ser «conservadores o «progresistas». Ambos completamente inaceptables. En el Tribunal Supremo de los Estados Unidos y en España se acepta esta quiebra total de la justicia independiente. Deber de memoria. Delito de silencio.
—Se han olvidado, ante la intolerable invasión de Putin y una concomitante irrupción mediática, «las otras guerras” —Siria, Yemen, Libia, Irak, Israel y Palestina…— y conflictos y situaciones que siegan vidas humanas cada día y dejan a su suerte a una ciudadanía «desnortada» y en muchos casos en condiciones de hacinamiento y pobreza radical… Y la UE incapaz de ser, como era imperativo, el interlocutor de Rusia, dejando esta representación a la OTAN y al G7 debido a la «unanimidad», requisito que debería ser inmediatamente eliminado. Deber de memoria. Delito de silencio.
—Hemos presenciado, insensibles y apocados, como formidables negocios a escala mundial basados principalmente en las nuevas tecnologías se unían a los del complejo bélico-industrial, sin que esta manifestación plutocrática acuciara la reacción debida, incluyendo en primer lugar la eliminación inmediata de los paraísos fiscales, que facilitan y consienten el incumplimiento de las normas básicas de solidaridad y justicia distributiva. La gobernanza de los G7, G8 y G20 debe ser contrarrestada por un clamor popular de gran intensidad y alcance en favor de un multilateralismo democrático y eficaz². Debemos ahora, antes de que sea demasiado tarde, recordar y reaccionar. Deber de memoria. Delito de silencio.
—Si algo debe conmovernos y llevarnos a la acción diligente de atender a los más vulnerables, a los más necesitados, a los inmigrantes, a los jóvenes sin horizontes de manos tendidas y ayuda es el progresivo desencanto y distracción de buena parte de la sociedad. Sólo con una gobernanza democrática multilateral pueden asegurarse los cambios esenciales que son precisos, y que ahora son posibles, desde hace poco, por el progresivo reconocimiento de la igual dignidad y de la participación de «los pueblos», «compelidos a la rebelión», según se establece en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
—Solidaridad material e intelectual y moral, como establece la Constitución de la Unesco.
—Cada vez que un emigrante o refugiado se ahoga o muere de desamparo se apagan los esfuerzos de compartir y de justicia para una nueva era y se vuelven más sombríos los horizontes colectivos. Cada ser humano capaz de crear, nuestra esperanza. Todos deben tener las mismas oportunidades y es radicalmente intolerable que cada día se inviertan en gastos militares y armamento más de 4.000 millones de dólares al tiempo que innumerables personas se hallen desplazadas, abandonadas, sin recursos.
Una de las principales reivindicaciones de «Nosotros, los pueblos» debe ser un nuevo concepto de seguridad, que aúne la seguridad territorial con la de quienes habitan estos territorios tan bien protegidos, asegurando su alimentación, agua potable, servicios de salud, cuidado del medio ambiente, educación a lo largo de toda la vida y los sistemas preventivos de catástrofes naturales… Es perentorio este recuerdo diario de la «seguridad humana». Deber de memoria. Delito de silencio.
—Especial atención merece la protección de la especie humana dotada de las extraordinarias facultades distintivas que la caracterizan: pensar, imaginar, anticiparse, innovar, ¡crear!
—Estos son los más importantes valores que tenemos que proteger y que desde el origen de los tiempos se han tratado de reducir o anular por la sumisión o el envilecimiento. Ahora el riesgo es mayor, porque se pretende que la inteligencia artificial —que tiene muchos aspectos positivos como coadyuvante— domine y robotice a la inteligencia natural. He leído con espanto que el magnate Musk prevé «poner en seis meses el primer chip en el cerebro humano» (prensa del 2 de diciembre de 2022) y que para ello «espera la aprobación del Gobierno de Estados Unidos».
Esta aprobación deberá, de forma insoslayable, depender de un acuerdo de grupos científicos de gran relieve que, conociendo las grandes realizaciones presentes y la posibilidad de utilizarlas para detectar y prevenir afecciones neurológicas y visuales, puedan asesorar debidamente en materia de tanto interés. ¡Pero otra suplantación de la inteligencia humana por la artificial, no! Deber de memoria. Delito de silencio.
—Ahora sí, «Nosotros, los pueblos», podemos. Ahora debemos movilizarnos para recordar las perversas tendencias actuales y poner en práctica, gracias a una gobernanza multilateral democrática, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible «para transformar el mundo».
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¹Eisenhower Dwight, discurso, enero, 1961
Source: Public Papers of the Presidents, Dwight D. Eisenhower, 1960, p. 1035- 1040
²Proyecto de Declaración Universal de Democracia.
Declaración de la Democracia
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*Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españolas y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente, es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz.
Texto publicado en «Other News» por la oficina del autor.
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